5 de septiembre de 2014

El verano es esa época del año en la que te echas la siesta con la puerta de tu cuarto abierta y les preparas tortitas a tus amigos. Vas de pueblo en pueblo colándote en sus verbenas echando de menos las del tuyo y esperando desesperadamente el 7 de septiembre. Celebras el fin del curso. Celebras tu nota de selectividad. Celebras tu cumpleaños. Celebras que ya eres universitaria. Te vas de camping. Te vas al Orgullo Gay. Planeas un Monopoly de tu pueblo y no lo llevas a cabo nunca. Juegas al Cluedo y pierdes. Juegas a culo y tienes rachas. Te gastas el dinero en alcohol y en tabaco para nada. Donas sangre. Te desmayas en la calle mayor y la gente se preocupa por ti. Madrugas para hacer ejercicio. Te rindes después de dos días. Vas al concierto de Extremoduro y te quemas las piernas. Se te queda la marca del pantalón corto y pareces gilipollas cuando vas a la piscina. Vas a Pamplona. Vas a San Sebastián. Planeas viajes a Londres y a Ámsterdam. Te reencuentras con amigos. Te enamoras 20 veces por semana. Ves Jackass. Juegas al GTA. Ves pelis romanticonas y lloras como una gilipollas. Echas de menos a alguien a quien no conoces. Huyes de tu acosador. Huyes de tu madre. Huyes del sol. Te propones tatuarte y perforarte pero no lo cumples. Lo das por terminado el primer día de clase. Haces enemigos desde el primer momento, para que la universidad sea más llevadera.
El verano es esa época del año que vives más intensamente pero con menos tiempo, o eso te parece. Despides el verano por la puerta grande.

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