En este momento me siento tan en paz y a gusto conmigo misma que ni me lo creo. O sea a ver, estoy contenta, creo que por primera vez en mi vida me quiero y me acepto como soy. Obviamente hay cosas que cambiar, no puedo ser perfecta.
Pero que no sé, ya no me miro en el espejo y lo primero que se me ocurre es llamarme fracasada o gorda o decepción. Me miro y me digo tienes un coño de aquí a Logroño, joder. La verdad es que como que todo empieza a cuadrar: la gente, mis movimientos, incluso el corazón.
Por fin consigo dormir bien, por fin puedo conciliar el sueño a la primera porque llego a la cama cansada de haber hecho cosas durante el día y por fin salgo a la calle todos los días.
Me estoy descongelando.
8 de diciembre de 2018
17 de octubre de 2018
23 de mayo de 2018
19 de abril de 2018
Supongo que estoy bien. Supongo que todo me va bien. Supongo que tengo que estar contenta por ello.
Que sí, que me siento muy plena ahora mismo y tal, pero es que sigo sintiendo el vacío dentro de mi pecho y sigo sintiendo que todo me da igual.
Pero que no sé, que parece que nunca voy a salir de este pozo.
Que sí, que me siento muy plena ahora mismo y tal, pero es que sigo sintiendo el vacío dentro de mi pecho y sigo sintiendo que todo me da igual.
Pero que no sé, que parece que nunca voy a salir de este pozo.
23 de febrero de 2018
13 de febrero de 2018
La primera vez que se me rompieron unos pantalones por la entrepierna fue subiendo al coche de mi antiguo vecino para ir a clase. Se rompieron justo cuando subía al coche y cuando sonó el roto él pensó que me había tirado un pedo. Obviamente me miró mal.
Estaba cursando 1º de bachillerato y me tiré toda la mañana intentando no subir las escaleras delante de nadie para que no me viera el coño. No sirvió de nada.
Ayer fue la 23893ª vez. Cada vez que me sentaba y me agachaba para probarme unas botas se me rompía un poco más, hasta que llegó a ser tan grande que era evidente incluso sin fijarte en mi entrepierna.
He llegado a unos límites de gordura que no me reconozco a mi misma. Como por ansiedad. Por felicidad. Por aburrimiento. Por cualquier cosa. Y así estoy, que no sé ni de qué coño me sorprendo.
Necesito un nuevo comienzo en mi vida. Hacer las cosas bien, por una vez.
Necesito cambiar, esta vez definitivamente.
Estaba cursando 1º de bachillerato y me tiré toda la mañana intentando no subir las escaleras delante de nadie para que no me viera el coño. No sirvió de nada.
Ayer fue la 23893ª vez. Cada vez que me sentaba y me agachaba para probarme unas botas se me rompía un poco más, hasta que llegó a ser tan grande que era evidente incluso sin fijarte en mi entrepierna.
He llegado a unos límites de gordura que no me reconozco a mi misma. Como por ansiedad. Por felicidad. Por aburrimiento. Por cualquier cosa. Y así estoy, que no sé ni de qué coño me sorprendo.
Necesito un nuevo comienzo en mi vida. Hacer las cosas bien, por una vez.
Necesito cambiar, esta vez definitivamente.
24 de enero de 2018
Siempre me pasa lo mismo. Cada vez que escribo sobre cómo estoy viviendo pasa algo que hace que todo cambie y de repente la situación dé la vuelta. Durante 5 minutos. Y después, otra-vez-lo mismo.
Quizá es como cuando te pasa algo, vas al médico y justo se te quita pero al día siguiente aparece. O no sé.
La verdad es que el sábado me teletransporté a hace unos cuantos años, a cuando las cosas aún me importaban, a cuando me paraba a pensar en lo que estaba viendo. Es increíble revivir situaciones, aunque no sean con la misma gente, aunque no sean en el mismo sitio, aunque no signifiquen lo mismo. Sólo vuelvo a ser una niña de 14 años perdida entre la inmensidad de la gente, pero ahora no por su cantidad, si no por su calidad, por todos esos mundos que llevan dentro y a los que me permiten pasar y hurgar.
A veces me entran ganas de llorar por no vivir, por no saber vivir. Pero la verdad es que creo que ni si quiera sea algo que me importe. Y de momento solo sigo pasando sin hacer ruido.
Quizá es como cuando te pasa algo, vas al médico y justo se te quita pero al día siguiente aparece. O no sé.
La verdad es que el sábado me teletransporté a hace unos cuantos años, a cuando las cosas aún me importaban, a cuando me paraba a pensar en lo que estaba viendo. Es increíble revivir situaciones, aunque no sean con la misma gente, aunque no sean en el mismo sitio, aunque no signifiquen lo mismo. Sólo vuelvo a ser una niña de 14 años perdida entre la inmensidad de la gente, pero ahora no por su cantidad, si no por su calidad, por todos esos mundos que llevan dentro y a los que me permiten pasar y hurgar.
A veces me entran ganas de llorar por no vivir, por no saber vivir. Pero la verdad es que creo que ni si quiera sea algo que me importe. Y de momento solo sigo pasando sin hacer ruido.
19 de enero de 2018
Nada
Leyendo este blog, mi blog, me doy cuenta de lo que llevo meses (o quizá años) sospechando. Estoy viviendo en stand-by, en modo automático, dejando que la vida pase desapercibida ante mí.
No me arrepiento de nada porque no me importa nada. Porque no tengo sentimientos. Porque estoy vacía.
Estás haciendo un curso con 14 asignaturas. Da igual, las volveré a suspender todas y ni si quiera me sentiré mal por ello. Ni por perder mi vida en nada. Ni nada.
Hay días que ni si quiera salgo de casa, incluso seguidos, incluso llegando a ser semanas. Y me da igual porque no hay ninguna razón por la que me parezca atractivo salir. ¿Estaré desarrollando algún tipo de agorafobia? No lo creo.
Nunca se me acelera el corazón porque nunca nada me importa lo suficiente como para hacer que sienta algún tipo de sentimiento hacia ello.
Hace años me pasó algo parecido, creía que lo había llegado a superar, pero me doy cuenta de que sigo en la misma espiral descendente de pasividad e indiferencia.
No sé ni qué mierda estoy escribiendo.
¿Realmente estoy diciendo algo?
No me arrepiento de nada porque no me importa nada. Porque no tengo sentimientos. Porque estoy vacía.
Estás haciendo un curso con 14 asignaturas. Da igual, las volveré a suspender todas y ni si quiera me sentiré mal por ello. Ni por perder mi vida en nada. Ni nada.
Hay días que ni si quiera salgo de casa, incluso seguidos, incluso llegando a ser semanas. Y me da igual porque no hay ninguna razón por la que me parezca atractivo salir. ¿Estaré desarrollando algún tipo de agorafobia? No lo creo.
Nunca se me acelera el corazón porque nunca nada me importa lo suficiente como para hacer que sienta algún tipo de sentimiento hacia ello.
Hace años me pasó algo parecido, creía que lo había llegado a superar, pero me doy cuenta de que sigo en la misma espiral descendente de pasividad e indiferencia.
No sé ni qué mierda estoy escribiendo.
¿Realmente estoy diciendo algo?
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)