A veces como que tengo el síndrome del impostor, pero en vez de con el trabajo con sentir que merezco conocer a alguien bueno.
Está este chico que me invita a tener una cita. Vamos a un buen restaurante, disfrutamos de una agradable velada, hay risas, ningún silencio incómodo, muchos puntos en común, 0 comentarios fuera de lugar. Me acompaña al coche y al despedirse simplemente me da un abrazo.
Mi primer pensamiento: ¿si todo ha ido bien por qué no le he gustado?
El segundo: ¿acaso es así como debe ser en el mundo adulto y sano en el que no se te reduce a un simple objeto sexual?
Y resulta que lo segundo es lo cierto. Y me explota la cabeza.