..Mi hermano y yo no apoyábamos el uno al otro, dándonos esperanzas de que papá algún día volvería con nosotros y todo sería como antes.
Lo que no sabíamos era que mamá se iría y desde entones en los cumpleaños y fiestas como la navidad nos enviaría regalos de su parte y de la de su nuevo marido.
Los primeros meses nos sentábamos en la puerta de la casa en la que nos había tocado vivir (yo con su tía Ludmila, mi hermano con su tía Valentina) a esperar que mi madre viniese a por nosotros, pero ese día no llegaba.
Los dos (aunque ahora eran tres, y dos de ellos estaban en otro país) se perdieron mi primer día de clase y todo el primer curso. A la tía Ludmila de mi madre empecé a llamarla abuela y hasta incluso a veces mamá. Me mimaba como a la hija que nunca tuvo, con chocolatinas, gomas de pelo de colorines, clases particulares de inglés y todo el cariño que mis padres nunca me dieron.
Nunca me olvidaré del día de febrero, cuando mi hermano y yo ya estábamos aquí, en que ella murió por el puto cáncer. Yo no estaba con ella y la fallé.
29 de noviembre de 2012
Cuando eramos unos niños de verdad..
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