21 de noviembre de 2023

Tienes que aprender a esforzarte

 Un lunes a las 9 de la mañana fui al gimnasio. Tocaba un entrenamiento exigente. A los 10 minutos empecé a hacer lo que hago siempre: poner excusas para no terminar nada. Y es que es verdad, lo dejo todo a medias. Entonces, el entrenador se acercó y me dijo: "Tienes que aprender a esforzarte." Y algo dentro de mi se rompió. 

Toda la vida he pensado que era paciente, que me curraba las cosas, que perseguía lo que realmente quería. Pero este año me he dado cuenta de que no. No sé lo que es el esfuerzo, ni mucho menos la constancia o perseverancia, por no hablar de la disciplina. No sé esperar por algo, no sé trabajar por algo, no sé ganarme nada. Si no lo tengo en un segundo y con el menor esfuerzo posible no lo quiero.

Hablándolo con un amigo me dijo que este era un rasgo característico de las personas caprichosas, de lo que lo han tenido todo en esta vida, de los que mimaban de pequeños con cosas materiales. Pero es que no es mi caso. ¿Será, entonces, un efecto rebote? ¿Será que al no haber tenido absolutamente nada de pequeña ahora ya no quiero tener que pelear por nada más? ¿Será que quiero ser como los demás y que me den simplemente lo que me corresponde?

12 de septiembre de 2023

Martes bakala

 De estar liándome con un casado he aprendido varias cosas:

La primera es que quien quiere te busca. No importa si está con sus colegas, si tiene mucho trabajo o si está con su mujer en el sofá haciendo la cucharita: si alguien quiere saber algo de ti te busca y saca tiempo.

La segunda es que no te puedes fiar de nadie. Ni de tu propia sombra.

Y la tercera es que si interpretas a todos como si fuesen la propiedad de otro, te la sudan, no te obsesionas y estás mucho más tranquila.

Es verdad que una vez más me vuelvo a preguntar por qué nunca soy yo a quien eligen, aunque creo que no quiero saber la respuesta (o que la sé pero quiero creer que no). Así que bueno, cometer adulterio por un tiempo supongo que no está tan mal.

13 de abril de 2023

Amor hipotético

 Hoy he visto a una persona que andaba y fumaba igual que tú. Y se me ha venido a la cabeza cuando te dije que me gustaba tu colonia y me contaste que no sabías cuál era porque tu padre la había encontrado en un camión y que tú decidiste quedártela. Y de repente he vuelto a tener 16 años y llevar el uniforme del colegio, y nos he visto cruzándonos por los pasillos y hablando de ir a tomar litronas al parque esa tarde. Y también me he visto retándome con otras chicas por lo que yo creía que era tu amor.  Pero lo que no quería ver era la cara de tonta que puse cuando me enteré de que ya estabas saliendo con una chica mientras me decías que no podíamos tener nada serio porque no querías hacerme daño. 

Y he pensado en todas las veces que te he visto desde lejos, sin que tú me vieses, sin que si quiera supieses que estaba ahí. Podría afirmar con un 99% de fiabilidad que fuiste la primera persona con la que me obsesioné en mi vida. Y también con la que más veces me he obsesionado. Como si fueses el germen de esa personalidad de arrastrada que tengo a día de hoy (las RRSS no han ayudado).

Lo que sigo odiando es la noche que te despediste de mi con dos besos como si esa tarde no te hubieses dormido en mi regazo ni me hubieses contado por qué la puerta de tu habitación tenía una hendidura del tamaño de tu puño. Y también odio encontrarnos de vez en cuando y que hagas como si yo hubiese sido totalmente irrelevante para ti, porque eso confirma mis sospechas y mi mayor terror: que he sido totalmente irrelevante, una más, que no tengo nada de especial.

Y supongo que he aprendido a vivir con ello. Más me vale después de casi 15 años. Pero ahora voy a terapia y me enseñan que ser especial no tiene nada de especial, y que querer serlo solo me hace un flaco favor. Así que espero que la próxima vez que te piense se me venga la realidad de lo que fuiste y no un recuerdo romantizado de una chica de 16 años. Y poder aplicarlo a todos los demás, porque al igual que yo para ti, tú para mi solo fuiste el comienzo.

1 de enero de 2023

 A veces como que tengo el síndrome del impostor, pero en vez de con el trabajo con sentir que merezco conocer a alguien bueno.

Está este chico que me invita a tener una cita. Vamos a un buen restaurante, disfrutamos de una agradable velada, hay risas, ningún silencio incómodo, muchos puntos en común, 0 comentarios fuera de lugar. Me acompaña al coche y al despedirse simplemente me da un abrazo. 

Mi primer pensamiento: ¿si todo ha ido bien por qué no le he gustado? 

El segundo: ¿acaso es así como debe ser en el mundo adulto y sano en el que no se te reduce a un simple objeto sexual?

Y resulta que lo segundo es lo cierto. Y me explota la cabeza.